Hace un tiempo conocí a un señor muy sabio el cual decía que con los años la vida termina por ubicarnos.
Eso es lo que he hecho a lo largo de estos últimos años, tratar de ubicarme en todos lo aspectos, sobre todo en los laborales.
Me sentía engañada, desconcertada, abandonada por los que tantas y tantas veces me habán dicho que me querán y que a la hora de la verdad ni tan solo una triste llamada de aliento...
Decidí, como animal nómada que soy, emigrar en busca del antídoto para aquel veneno que me consumía, y que dos largos años de mi vida me abandonó al auto-exilio.
Por más que intentara sumergirme en mi misma tratando de recuperar aquella ilusión que tantas veces me había hecho sobrevivir a los infiernos, ella se limito a despecharme sellando con un beso mi consciente tratando así de hacerme entender que todo ese veneno debía encauzarlo y tratar de convertirlo en mi salvación.
El día que decidí darme esa oportunidad, recuerdo que estaba aterrada y que todo mi cuerpo tiritaba de frío en pleno mes de agosto...empezaron a revolotear aquellos acordes a mi alrededor y sentí calidos espasmos de luz que azotaban aquella garganta que durante tantos días había estado dormida.
Sin prisas pero sin pausas cada día avanzaba pasito a pasito en mi olvidado camino con cauto sigilo entre claves y pentagramas. tratando el tema con el mayor de los silencios, iba día tras día plasmando todas las sensaciones internas con formas alternativas y en muchas ocasiones muy radicales.
Debía volver a ser fiel a mi instinto y sincera con todo el pasado porque sabía que lo mejor de aquellos años iba a volver.
Este trabajo es el reflejo de una lucha hacia la libertad de expresión y de interpretación. Es la evolución lógica que debí haber seguido si me lo hubieran permitido, aunque nunca es tarde.
Estoy muy cerca...
MONICA NARANJO
